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09 agosto 2005

Se acerca el final (Dave Eggers)

No sólo Letras Libres en su último número, sino que cientos y cientos de críticos y medios de comunicación lo consideran el nuevo gran genio usamericano. A mí particularmente, con unos cuantos cuentos como excepción, lo considero un payaso letrado. Ustedes deciden. Otro cuento, el que a mí particularmente me gusta, lo pueden encontrar en www.letraslibres.com. Espero sus comentarios.

Hubo una vez un hombre que pensaba, en una alondra, mientras miraba una alondra (miraba por la ventana y ahí estaba, una alondra con una mente sucia y una boca sucia) que quizá que debería escribir historias muy cortas y publicarlas en una tierra lejana de su propia tierra, que era California, que tenía a un personaje risible como gobernador. El hombre, entonces, empezó a escribir estas historias cortas, una a la semana, y se publicaban en una tierra lejana que, a veces, se llama Londres, y, a veces, Inglaterra, y también Reino Unido y a veces Gran bretaña y a veces Europa o al otro lado del charco. El hombre escribía estas historias una a la semana y, a veces, cuando había terminado de escribir una, pensaba que le gustaba. En otras ocasiones, leía lo que había escrito y no le gustaba tanto pero, a menudo, era demasiado tarde y esas historias cortas se iban a la gente del país descrito antes y, probablemente, arruinaban sus vidas. Pero, en general, la práctica al escribir estas historias que, con frecuencia, trataban de osos y, a veces, de calamares, y, de vez en cuando, de gente, fue una experiencia placentera. Sí, lo era, hasta el día en que el escritor sufrió una enfermedad. No era una enfermedad normal, al menos no fuera de Canadá donde, gracias a Dios, las enfermedades son bastante mortales. La enfermedad en cuestión tenía como principal manifestación el hacer que sus víctimas sean incapaces de escribir nada que no sea libros de quinientas páginas sobre la guerra civil en Sudán. Esta enfermedad es muy rara y bastante extraña. Pero así es. El autor que normalmente escribe historias en este espacio la tiene y está empantanado en ella. La única cura para la mencionada enfermedad es, oh, completar una novela sobre Sudán que está esperando su editor y en la que el autor ha estado trabajando ya casi tres años (y de la que cree que ya está casi terminada). Hasta que la termine no puede escribir más historias cortas. No puede, píensenlo, levantarse ni hablar con amigos ni prostitutas. Es por eso que el autor se dedicará a ello los siguientes meses mientras que sus mañanas se verán alegradas por crucigramas o anuncios de taxidermistas o cualquier cosa que normalmente llenara este espacio. Mientras que no sea de canadienses o no tenga nada que ver con canadienses, para el autor está bien. Y estará feliz de escribir una última historia, la que aparecerá la semana que viene y tendrá bastantes calamares gigantes que tendrán una batalla, enorme pero de resultado indeciso, contra los osos de Yosemite. Esos osos de los que han oído hablar antes a los que nos les gusta E. M. Foster. No se la deben perder.

3 Comments:

  • At 1:44 p. m., Anonymous Anónimo said…

    no me regañes orientame, se que no soy tan sabio al escribir. Necesito tu apoyo para realizar mi proyecto adecuadamente.

     
  • At 9:04 p. m., Blogger Dorix said…

    Ya fui a pagar, sólo que no pasé a saludarte porque estaba mojada hasta la conciencia después de la tormenta (mmm, sigue lloviendo...).
    Gracias, muchas gracias, por todo.

     
  • At 9:57 a. m., Blogger ojo humano said…

    He leído cientos de cuentos. Cuando era niña me trataron de lectora compulsiva. Me gustan los cuentos, inventados o verdaderos. Éste me atrapó. Gracias por publicarlo, le seguiré la huella.
    Saludos.

     

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